El 2 de mayo de 2005 un anciano sueco cumple cien años y en la residencia donde vive todo está dispuesto para la celebración del acontecimiento, a la que incluso el alcalde del pueblo va a acudir. Sin embargo, el homenajeado, poco antes de que empiece la fiesta, huye por la ventana de su habitación y se dirige a la estación de autobuses. A partir de allí, inicia una fuga llena de sorpresas y aventuras, que finalizará, algún tiempo después, en las blancas arenas de las playas balinesas.
La obra narra, en capítulos alternos, el presente del protagonista y todo su pasado, que explica cómo siendo centenario es aún capaz de actuar del modo en que lo hace. A lo largo de muchas décadas, su habilidad para manejar explosivos y aprender idiomas y su tendencia a aceptar los hechos cómo vienen, sin reflexionar al respecto, le llevan a experiencias increíbles y a relacionarse con múltiples jefes de Estado, desde Franco, Truman y Churchill a Stalin y Mao.
Más atento a la satisfacción personal que al dinero y ajeno a influencias ideológicas, este personaje es una especie de pícaro, simpático, imaginativo y nada escrupuloso, que sobrevive gracias a su buena suerte y a saber decir en cada momento lo que su interlocutor quiere oír.
A lo largo de la acción, el autor hace un ingenioso paralelo satírico, muy afilado, entre la disparatada vida del esperpéntico sueco y la también absurda trayectoria de cien años de contradicciones políticas, utopías sociales, anomalías jurídicas, violencias demenciales y líderes tan admirados como poco admirables.
Divertida, caricaturesca y muchas veces cínica, la obra está bien escrita, sostiene una trama insostenible y hace reír y también pensar. J. Jonasson (Suecia, 1962) ha dejado el periodismo para escribir esta, su primera novela.